Hoy hemos terminado un proceso de readaptación deportiva posterior a una lesión importante en un jugador de rugby. Ha sido extremadamente gratificante ver como después de dos meses de duro trabajo el atleta vuelve al terreno de juego, entrena con sus compañeros, e incluso retorna los entrenamientos con más fuerza muscular que antes de la lesión. El trabajo del día a día, te enseña cosas nuevas, y en esta ocasión la lección ha sido que este último factor, es decir, que el proceso de entrenamiento de fuerza durante una lesión permita al deportista volver a su actividad incluso con más fuerza de la que tenía en el pasado. Este hecho es fundamental por dos motivos. Primero porque va a permitir no volver a recaer en la misma lesión, y segundo porque el rendimiento del deportista se verá incrementado de forma significativo. Pensemos que estamos hablando de un deportista que aunque aparentemente su aspecto transmita fuerza, al tumbarle en la camilla detectamos muchas debilidades y desequilibrios musculares. De esta manera, durante el proceso de readaptación no sólo nos centramos en trabajar la fuerza en la zona lesionada, sino que además mejoramos la fuerza en aquellos músculos débiles y mejoramos desequilibrios musculares. El mensaje de hoy es claro; en un proceso de readaptación deportiva el objetivo no es únicamente volver al estado inicial previo a la lesión, sino que además se debe de aprovechar este tiempo de inactividad para trabajar a tope la fuerza y desequilibrios musculares del resto de cuerpo.
Además de la recuperación, hay un segundo factor que aunque en un primer momento no he captado al mencionarlo el atleta, al analizarlo con posterioridad considero que es otro factor clave en todo trabajo de fuerza. Textualmente el atleta ha dicho; ¨Sin haber trabajo la carrera durante la recuperación, me encuentro más explosivo que antes de la lesión¨. En otros palabras, lo que hemos conseguido ha sido transferir la fuerza de musculatura específica trabajada al gesto deportivo, sin haber un trabajo concreto de transferencia. Es decir, la mejora en la fuerza de músculos anteriormente débiles ha permitido un incremento en la eficiencia del gesto deportivo.
Una vez más, estamos con un caso de un atleta extremadamente disciplinado, motivado y con gran pasión por su deporte. El resultado final ha sido una mejora en la fuerza, especialmente en la musculatura débil, y además una transferencia directa de esta fuerza al gesto deportivo.
Probablemente, el mejor momento para trabajar la fuerza sea durante una lesión o en proceso de readaptación deportiva previo al inicio de la actividad. El objetivo será volver más fuerte que antes, y con una gran eficiencia en la transmisión de la fuerza al gesto deportivo.