Las lesiones asociadas al entrenamiento de carrera son cada vez más frecuentes, y así datos recientes han revelado que el 60% de las personas que corren se lesionan al menos una vez al año.
Día tras día trabajo con corredores con tremendas debilidades musculares en musculatura directamente implicada en la biomecánica de la carrera como isquiotibiales (bíceps femoral, semitendinoso y semimembranoso) y flexores de cadera (pectinio, psoas e ilíaco). La consecuencia es evidentemente compensaciones musculares durante la carrera, en la que la musculatura fuerte, cuádriceps habitualmente ha de suplir la débil. Cuando la musculatura débil está asociada a aquélla que es fundamental para realizar eficientemente el gesto de la carrera, la consecuencia es que tarde o temprano aparezca la lesión, además de comprometer el rendimiento deportivo.
La fuerza ejercida por la musculatura es el motor principal de la carrera. Es muy habitual observar corredores con un tremendo entrenamiento cardiovascular de carrera, pero estancados en el rendimiento. Si no hay fuerza no hay carrera, y por lo tanto el rendimiento se ve disminuido. Sólo cuando el trabajo cardiovascular y el muscular están equilibrados podremos mejorar nuestro rendimiento, de otra manera ya no sólo no mejoraremos, sino que además estaremos poniendo en peligro nuestra salud deportiva por hacer entrenamientos cardiovascularmente intensos sin estar muscularmente preparados para ello.
Entrenamiento, herramienta para la mejora del rendimiento, pero solo si la intensidad es milimétricamente ajustada.
El entrenamiento es la herramienta que tenemos para mejorar no solo nuestro rendimiento, fundamentalmente a través de la adaptación generada en el músculo. Ahora bien,