Ayer volví a competir en un campeonato de España. La última vez fue en Águilas, Murcia 2012. Ayer, el lugar no era el más idóneo, Collado-Villalba, a 900 m de altitud; demasiada para dar 25 vueltas a la pista en competición. Sin embargo estaba tremendamente ilusionado, ya estar allí fue un premio a la dura lucha de los últimos 4 años por motivos varios. Llevo entrenando con continuidad desde Enero, intentando sacar el máximo rendimiento del entrenamiento, muy justo, y con el principal objetivo de tener continuidad, sin lesión. En atletismo, la continuidad es el secreto del éxito. De esta manera, los entrenamientos han sido muy limitados, y siempre con el runrún de mi rodilla. No obstante, muscularmente estoy más fuerte que nunca, con entrenamientos de fuerza realizados a gran intensidad.
Con respecto a la carrera de ayer, al llegar a la pista me brillaban los ojos de la emoción, y ganas de competir. El olor a tartán y un café previo al calentamiento me pusieron a tope. Ver a grandes a amigos, algunos de ellos se desplazaron hasta allí sólo para darme ánimos, y verme correr. La amistad en el atletismo es mágica, inigualable, gracias por estar allí. Yo no podía fallar. En el calentamiento las sensaciones extraordinarias, aunque notaba la altitud. La táctica era salir con mentalidad de hacer un ¨rodaje fuerte¨ sobre la pista (he realizado tantos…) y sobre todo a disfrutar del momento. Sabiendo de mis posibilidades en el último 1.000 tenía claro que no iba a tirar un metro, y a esperar a ese último mil para darlo todo. El 9000 primero como he comentado a disfrutar del ¨rodaje fuerte¨. Digo rodaje fuerte, entre comillas, no por ser un rodaje, sino por mentalizarme de alguna manera de no convertir las 25 vueltas en un calvario. La mentalidad es fundamental. Los primeros kilómetros fui muy cómodo, y sin querer, sin pensarlo, en el kilómetro cinco me veo primero, y a correr. Las piernas se me iban, no era algo previsto, pero por un momento dejé a las piernas correr. Sin ser consciente de ello, ya me quedo sólo y hasta el final. No obstante, el último 2.000 fue duro, y hubo un momento en el que mis oídos se taponaron. La altitud no es buena para correr larga distancia, y a mí me afecta especialmente. A pesar de eso, las sensaciones los primeros 8 km fueron las de antaño. Ayer disfruté de nuevo como un niño, me emocioné al ser de nuevo, y cuatro años después campeón de España. Ahora lo valoro muchísimo más que antes. El esfuerzo de estos años está mereciendo la pena. Seguiremos, aunque paso a paso, sin prisa, y con la misma filosofía de trabajo; la continuidad y la fuerza, dos palabras mágicas en el atletismo.