Contrariamente a lo que comúnmente se piensa, correr lejos de fortalecer, debilita. La fuerza del corredor no se mejora con el gesto de la carrera, sino todo lo contrario; la intensidad del entrenamiento de carrera provoca un enorme desequilibrio muscular, ya que la musculatura fuerte se hace más fuerte, pero la débil continúa débil. El desequilibrio será mayor cuanto más intenso sea el entrenamiento, generando un desajuste a nivel muscular que con el entrenamiento continuado se irá acentuando, terminando en la mayoría de los casos en lesión. Ésta aparece normalmente no en el inicio de una preparación específica, sino al final, cuando el entrenamiento llega a niveles altos de intensidad. Sin darnos cuenta, y a pesar de una mejora en el trabajo cardiovascular, y metabólico, es el sistema muscular el verdadero factor limitante del rendimiento, basado fundamentalmente en la continuidad en el entrenamiento sin lesión.
«La mejora del rendimiento radica no tanto en la mejora metabólica y cardiovascular, sino en la continuidad en el entrenamiento, y en la eficiencia del sistema muscular para soportar las grandes cargas de entrenamiento»
Sin embargo, y a pesar de la importancia del sistema muscular, la inmensa mayoría de los corredores populares basan los entrenamientos en la carrera, dejando de lado el trabajo analítico de la fuerza. Es posible que se pueda mejorar el rendimiento a corto plazo sin fuerza, pero el resultado tarde o temprano será la discontinuidad por lesión si no priorizamos la fuerza sobre la carrera. El concepto analítico es importante, ya que no consiste en trabajar la fuerza de forma inespecífica, con gestos agresivos y explosivos, sino todo lo contrario. El entrenamiento del músculo ha de ser minucioso, preciso y sutil. Entrenar la fuerza no es fácil, y probablemente sea el componente más complejo del entrenamiento. Sin embargo, «si queremos ser eternos corriendo no hay otro camino que dedicar el tiempo y el esfuerzo necesario al entrenamiento sutil del sistema muscular».