Uno de los factores clave en el éxito del cualquier plan de entrenamiento es gestionar correctamente las sobrecargas musculares. Un exceso de tono muscular es preludio ya no solo de un rendimiento comprometido, sino además indicador de una lesión en potencia. Por lo tanto, es prioritario evitar sobrecargas, especialmente si éstas son recurrentes. Sin embargo, en muchos casos un control de la intensidad de entrenamiento no es suficiente para evitar sobrecargas, ya que para poder mejorar hemos de dar un estímulo lo suficientemente intenso como para provocar adaptación muscular y metabólica. De esta manera, un trabajo de fuerza adecuado es probablemente la mejor manera de soportar grandes intensidades de trabajo.
En un principio podríamos pensar, que el trabajo de fuerza ha de estar enfocado hacia la musculatura que más se sobrecarga y que más exceso de tensión tiene. Sin embargo, no es la zona de más sobrecarga precisamente la más débil, sino todo lo contrario. El exceso de tensión en un músculo viene dado en la gran mayoría de los casos por sobreuso (sobre-solicitación) como consecuencia de tener que compensar por la debilidad de otros. El resultado de la lesión por sobreuso como consecuencia de la debilidad de otra musculatura agonista a la lesionada está ampliamente descrito por Levangie/Norkin en Joint estructure and Función.
Podemos deducir de los datos e información que nos proporciona «Levangie/Norkin en Joint estructure and Función» que el trabajo de fuerza debe ir enfocado no tanto hacia la musculatura que se sobrecarga o lesiona, sino más bien a aquella que ha originado la lesión. Por lo tanto, una identificación del origen de la sobrecarga es clave para planificar el entrenamiento de fuerza enfocado hacia la mejora del eficiencia del sistema muscular.
No obstante, debemos ir todavía mucho más allá del músculo. Incluso en atletas en los que se trabaja el sistema muscular en musculatura diferente a la sobrecargada, es muy habitual que estos vuelvan a caer en las mismas sobrecargas. Estos conceptos nos indican que hay algo más allá del sistema muscular y fuera de la pura biomecánica que está provocando la sobrecarga y a medio plazo la lesión. Imaginemos que un ordenador se bloquea de forma continuada, y solo puede funcionar, aunque temporalmente, cuando es reseteado (apagado y encendido). El reseteo permite funcionar al ordenar, pero solo temporalmente, ya que en poco tiempo el ordenador vuelve a bloquearse. Es muy probable que el ordenador se está bloqueando porque hay una aplicación que está originando el bloqueo. Si trasladamos esto al cuerpo humano y a la carrera, apagar y encender el ordenador podría asemejarse al trabajo de fuerza que si se realiza bien y solo en el mejor de los casos nos permite temporalmente seguir con el entreno. Ahora bien, el sistema muscular vuelve a caer, porque «hay algo más», (una aplicación haciendo el símil con el ordenador), que hace que el sistema muscular se vuelve a bloquear. Ese algo más en nuestro sistema muscular sin duda está relacionado con el sistema nervioso, que de forma ordenada orquesta el funcionamiento del sistema muscular. Solo actuando sobre ese algo más, sobre el sistema nervioso, podremos lograr la eficiencia del entrenamiento de carrera.
Así, el entrenamiento de fuerza es más complejo de lo que aparentemente podemos pensar en un inicio. No solo se trata de fortalecer la zona lesionada; ni siquiera fortalecer la musculatura que ha originado la lesión de otra musculatura. Es muy probable que únicamente actuando sobre el sistema nervioso podamos definitivamente solucionar la lesión con la que llevamos conviviendo años.
El gran reto del entrenamiento enfocado al corredor, radica no tanto en el entrenamiento de carrera, ni siquiera en el complejo entrenamiento de fuerza, sino en ser capaces de actuar sobre el sistema nervioso para que definitivamente permitir la eficiencia máxima del entrenamiento. Sin duda más trabajo por parte de todos los profesionales del ejercicio es necesario para poder lograr un exitoso entrenamiento. Es más, estoy plenamente convencido que la clave radica en el sistema nervioso como director de orquesta del sistema muscular.